La espera llegó a su fin y la ciudad de Nápoles se vistió de gala para celebrar un momento histórico. Desde las primeras horas de este domingo en la mañana, la emoción invadió las calles. Solo 50.000 afortunados pudieron colmar el estadio Diego Maradona para presenciar la consagración del Napoli. Una celebración que anhelaron desde aquel último Scudetto de 1990, cuando el mismísimo Pelusa les regaló la gloria.
La alegría desató polémica en la previa, ya que las autoridades se resistían a abrir el estadio para que los fanáticos disfrutaran desde adentro del partido en Udine. Sin embargo, esa negativa solo avivó el fuego de la pasión. Y así, la ciudad se vistió de azul celeste, con imágenes de Maradona en cada rincón, en cada pasacalle y en cada balcón. Incluso aquellos que no lo vieron jugar lo veneran como una deidad, porque Diego en Nápoles es más que un mito.
Por supuesto, muchos seguidores se quedaron sin poder adquirir una entrada, pero eso no los detuvo. Desde la Plaza Plebiscito hasta Lungomare, desde Sanitá hasta Toledo, las calles se llenaron de camisetas, fuegos artificiales y una locura popular que difícilmente se encuentre en las grandes capitales futboleras del norte italiano. Muchos llegaron caminando, ya que se restringió el tránsito vehicular en las inmediaciones del estadio.
En el centro del campo de juego, una enorme bandera azzurra con el escudo del club y la leyenda “Napoli, 4 de mayo de 2023” daba por sentada la consagración tan esperada. Fue una explosión social que trascendió incluso la religión. Sor Rosalia Vittozzi -madre superiora de las monjas franciscanas adoratrices de la Cruz- reconoció que las hermanas se dejaron envolver por el clima de alegría y sana competencia deportiva que se vivía. El fútbol, como el deporte en general, es seguido y practicado con pasión y disciplina, y contribuye a la formación personal y social de los niños.
Sor Rosalia permitió que en las habitaciones, galerías y terrazas de la escuela, las 40 monjas, provenientes de distintos rincones del mundo, aprendieran y cantaran el himno del Napoli junto a los alumnos. Lo hicieron en secreto al principio, pero a medida que el Napoli se acercaba al título, las banderas del club empezaron a ondear en el establecimiento. Incluso adquirieron una televisión para ver los partidos, gracias a la donación del padre de uno de los alumnos. “Esperamos más de 30 años por este momento, y quiero que recuerden con alegría estos días“, expresó emocionada Sor Rosalia en diálogo con Ansa. Una historia que representa miles en donde el fútbol, Diego y Napoli siguen rompiendo reglas.
El “Olé, olé, olé, oléeee, Diegooo, Diegooo“, un canto que se ha convertido en una liturgia entre los napolitanos, resonó en todos los rincones de la ciudad. Es un amor inexplicable que nunca se extinguirá. La fiesta fue un testimonio vivo del amor y la pasión inquebrantable que une al Napoli con su eterno ídolo, Maradona.
La consagración del Napoli en este día histórico quedará grabada en la memoria de los aficionados argentinos y amantes del fútbol. Una ciudad enarbolada, un estadio colmado y una comunidad entregada a la celebración. Por fin arrancó la primera, que enterró un invierno que duró 33 años.